sábado, 20 de septiembre de 2008

Miguel Hidalgo y Costilla


DON MIGUEL ANTONIO


Firje. Vocero del Norte. Educomentarios. 2008



BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA. Para cuando salga la siguiente columna habrán pasado siete días de la fecha en que se conmemora la gesta gloriosa del inicio de la Independencia de México, ello no es impedimento, para que durante el resto del “mes de la patria”, se siga hablando de quienes nos la dieron y como lo hicieron, todavía más, en el marco de los Festejos del Bicentenario de la epopeya libertaria, hasta 2010 es válido y significativo expresar en todas las formas y por todos los medios lo más relevante de la gesta y de sus protagonistas.

HISTORIA OFICIAL. Indudablemente, Don MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA “Padre de la Patria” es el personaje más biografiado por escritores y ensayistas de la temática histórica nacional, quienes han creado preferentemente, una gran diversidad de imágenes que lo idealizan en la narrativa oficialista como un santón de la patria. En la retórica oficial o en la lección escolar, se menciona a la Hacienda de San Diego Corralejo y el ocho de mayo de 1753, como lugar y fecha de nacimiento de JOSÉ MIGUEL GREGORIO ANTONIO E IGNACIO (nombre con el que fue bautizado). Fue hijo del administrador de la hacienda Don Cristóbal Hidalgo y Costilla y Doña Ana María Gallaga Mandarte

Quedó huérfano a los 9 años y en la adolescencia, fue enviado junto a sus hermanos a Valladolid, hoy Morelia, inscribiéndose en el Colegio de San Nicolás, donde MIGUEL ANTONIO HIDALGO Y COSTILLA (nombre con el que el que llegó a firmar) escogió la carrera eclesiástica y llegó a ser rector del colegio. Ejerció en varios curatos hasta que a la muerte de su hermano Joaquín ocupó su lugar como Cura de Dolores en 1802. Enseñó a sus feligreses artesanías y pequeñas industrias e introdujo la plantación de moreras y vides y se ganó el respeto por su carácter afable y su gran espíritu de servicio.

Desde 1808, participó en Querétaro de las juntas de inconformes con la situación de la Nueva España. Formalizadas estas conspiraciones y al ser descubiertas, debieron adelantar la fecha del levantamiento armado, arrostrando las consecuencias que lo llevaría a una muerte segura a pesar de que era un venerable anciano. La madrugada del 16 de septiembre de 1810, con las arengas ¡Viva la independencia! ¡Viva la América! ¡Muera el mal gobierno! Hidalgo y sus seguidores se lanzaron a la lucha que nos liberaría del yugo español. Fue generalísimo de los ejércitos insurgentes, con ese grado, obtuvo muchas victorias como las de Guanajuato y Las Cruces, lo cual, lo pusieron a las puertas de la ciudad de México, desde donde se retiró con sus ejércitos por temor a que se vejara a la población.

Después de severas derrotas y cuando iba rumbo a E.U.A. a conseguir pertrechos, fue traicionado por Ignacio Elizondo y tomado preso en las Norias de Acatita de Baján el 21 de Marzo de 1811. Se le condujo a Chihuahua, lugar donde fue enjuiciado, degradado de su carácter sacerdotal y fusilado la mañana del 30 de julio de 1811. Su cabeza junto con las de Allende, Aldama y Jiménez, fueron llevadas a Guanajuato y exhibidas en jaulas de hierro, las que fueron colgadas en las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas y allí permanecieron hasta la consumación de la Independencia en 1921.

HISTORIA POPULAR. Hay muchas versiones que se contraponen a lo narrado por los historiadores oficialistas, las cuales, dan origen al mito que los contemporáneos crearon y que se fue transmitiendo de generación en generación, hasta convertir al santón laico con una vida de magia, en un personaje mítico de gran atractivo humano que poco a poco va desplazando al poco seductor que el oficialismo nos pinta.

A 250 años de Don Miguel Hidalgo, aún se desconocen con certeza muchos aspectos de su vida, de lo que no se duda, es que fue un brillante teólogo, un precursor del servicio social, un sacerdote con gran autoridad en los feligreses, un convencido de los cambios políticos y sociales de su tiempo y un hombre con gran entereza, que fue capaz de soportar la humillación de que se le mantuviera como “generalísimo sin mando” del ejercito insurgente.
La historia popular que de Don Miguel Hidalgo se conoce:
- Trata del hijo de un matrimonio ejemplar y digno que tuvo una infancia apacible, alegre y lúdica como cualquier niño normal y que convivía con sus hermanos apegados a las reglas de comportamiento que la moral criolla imponía.
- Relata de un estudiante sobresaliente y de gran talento que logró sobresalir hasta convertirse en un gran teólogo que le valió la asignación de cátedras y finalmente el nombramiento de rector de su escuela mater.
- Murmura de un cura alegre, juguetón, emprendedor y políglota que llegó a la Parroquia de Dolores, curato de buenos ingresos en diezmos y primicias, para sustituir a su hermano, quien se había suicidado, a causa de problemas económicos en sus relaciones con los hacendados.
-Asevera de un caudillo de imagen, con el rostro prestado de un sacerdote belga que aceptó posar a petición de Maximiliano I y que éste, lo dio a conocer para congratularse con el pueblo de México.
- Detalla el físico de Hidalgo, no de un anciano, sino de un hombre fuerte y deportista que trotaba 6 kilómetros diarios para ir a oficiar misa a la parroquia del LLanito, además, que era un fornido y experimentado jinete que recorría como Juez Eclesiástico toda la zona para resolver problemas religiosos. Cuando dio el grito de independencia era un hombre maduro y no un sacerdote viejito.
- Narra que Miguel Costilla, otro de sus autógrafos, era más calvo de cómo nos lo pintaron, su cara ligeramente delgada, nariz menos que aguileña, boca chica, cejas pobladas, barba delgada y con sus ojos, trasmitía el genio con el que divinamente fue dotado, así lo dijo Félix María Calleja brigadier general del ejercito realista, su más irreconciliable enemigo y Pedro Armendáriz, comandante del pelotón de fusilamiento, lo confirmó y lo comentó que se aterró, cuando el Padre de la Patria “antes de morir le clavó sus hermosos ojos esmeralda”.
- Comenta la existencia de solo un retrato fiel de su rostro, que fue
pintado por Francisco Incháurregui, pintor español para el que el excelentísimo general Miguel Hidalgo posó magno el 10 de octubre de 1810, luego de la toma de la Alhóndiga de Granaditas; aunque de este cuadro, nadie sabe su paradero.
- Confirma que Miguel Antonio, como le hablaban sus íntimos, concibió con dos mujeres cinco hijos: cuatro mujeres y un hombre, además, dada su “vida paradójica” se mantiene la creencia de la existencia de otros hijos y otras mujeres y de hecho aún existe descendencia del sacerdote.
- Concibe al libertador como un ser humano: con defectos de carácter y de conducta; con calidad de héroe; que cometió errores; ávido de justicia y libertad; amoroso no solamente como sacerdote; y, fuerte de espíritu y de convicciones.
- Entiende al patriota que “quedó dividido en el sacerdote, que por la gracia de Dios se le confirió el don de quitar los pecados en la tierra y de ofrecer misa tanto para vivos como para muertos y en el hombre capaz de pecar y de sucumbir a la naturaleza humana, de tener amor carnal y no respetar el celibato”.

HISTORIA AGOBIANTE. De poca difusión los sucesos que precedieron a su captura y en los cuales se engrandece como héroe y no como santo al que el clero mancilló y vilipendió para evitar su proyección histórica, de esa manera, el 24 de septiembre de 1810, su amigo y compañero, Manuel Abad y Queipo, obispo de Michoacán, en un rescripto obispal lo calificó como perturbador de la paz pública y declaró su excomunión. En un segmento del edicto excomulgatorio, se asienta: “Miguel Hidalgo y Costilla es condenado y que todos los ángeles, príncipes poderosos y todas las huestes celestiales le maldigan. Que sea maldito desde la corona de su cabeza hasta la planta de los pies. Que en todo su cuerpo no tenga punto bueno”. 20 días después, la muy Santa Inquisición le atribuyó herejía y apostasía.

Posteriormente se le dicto sentencia de condena (sic) y se procedió al juicio donde se le degrada como sacerdote, para ello en improvisado altar se colocaron los representantes eclesiásticos y del Santo Oficio y las autoridades militares, ante quienes, se presentó Hidalgo escoltado, encadenado y con grilletes, luego despojado de estos instrumentos, se le vistió como si fuera a decir misa y se le puso de rodillas ofreciéndole un cáliz con vino y agua y una ostia sin consagrar. Con los brazos extendidos y las palmas de las manos hacia arriba, se le rasparon con un cuchillo las palmas y dedos, por haber tocado infinidad de veces la ostia consagrada y en voz alta se le dijo: "Te arrancamos la potestad de sacrificar, consagrar y bendecir que recibiste con la unción de las manos y los dedos". Acto seguido el juez eclesiástico da lectura a la causa de la degradación y a la sentencia, procede a desnudarlo prenda a prenda de los ornamentos de orden hasta terminar con la sotana y el alzacuello, por ser indigno de sacerdocio.Después de que un peluquero le corto el pelo posterior de su cabeza, el juez le dijo: "Te arrojamos de la suerte del Señor, como hijo ingrato, y borramos de tu cabeza la corona, signo real del sacerdote, a causa de la maldad de tu conducta".

Toda la manifiesta saña con que se le trató es explicable, considerando que quienes lo sometieron a juicio eclesiástico eran el instrumento condenatorio de las autoridades de la colonia española, pero lo más extraño e inverosímil, es que después de 164 años de declarada la independencia de México y con autoridades eclesiásticas mexicanas, el 13 de octubre de 1985, la iglesia que lo “excomulgó, degradó, maldijo y condenó, le levantó la excomunión.

HISTORIA MITICA. Históricamente la figura más relevante ha superado la leyenda para convertirse en un mito a la altura de los homéricos, que fue “culto, inteligente y justo” y que encabezó la querra de la independencia de México, no como un espontáneo obligado por las circunstancias, sino que sus ideas libertarias fueron el producto de la convicción ideológica que compartía con otros personajes. Cuando sus compañeros al sentirse descubiertos pensaban en abandonar el plan de insurrección: en Querétaro, el corregidor Miguel Domínguez se desiste encerrando en su cuarto a su esposa Doña Josefa Ortiz; Ignacio Allende propuso al cura Hidalgo a huir al norte y “abandonar el negocio fracasado”, mientras que Ignacio Aldama, angustiado y temeroso, pretende persuadirlo con estas palabras: “Señor ¿qué va Usted a hacer? Por amor de Dios que ve lo que hace”. Entonces, el verdadero Hidalgo, el adalid con sotana, responde a las flaquezas: “En el acto se hace todo, no hay que perder tiempo; en el acto mismo verán ustedes romper y rodar por el suelo el yugo opresor”, el Padre de la Patria, fue el único de los cabecillas que demostró su valor y firmeza al insistir en lanzarse a la conquista de la libertad.

Se movió con tan solo 14 insurrectos hacia la iglesia donde el campanero el “cojo Galván” sonó la campana de la libertad, no fue Hidalgo, ni tampoco hubo estandarte, pero con la espada de Allende en la mano y en una bella prédica libertaria incita al levantamiento, éste es un fragmento: “Mexicanos el símbolo de nuestro redentor está aquí, en la espada: es la cruz de nuestra santa religión. Y en esta hoja, esta la cruenta lucha que habremos de entablar para alcanzar nuestros propósitos. ¿Seriáis capaces de enfrentarnos a un enemigo superior y dar vuestra sangre para salvar vuestros hogares y redimir vuestra patria?”, culminando con: ¡Viva México!¡Viva nuestra Santa religión! ¡Viva el Rey Fernando VII!¡Viva América!¡Viva la libertad!¡Muera el mal gobierno!
En sus últimos momentos quedó demostrada la integridad y la fortaleza del mártir que afronta los hechos como la circunstancia de la que está satisfecho: cuando se insistió que reiterara declaraciones, contestó: “Ya he dado mis razones, no contestaré más y, supuesto que voy morir, sólo encargo que no se me corte la cabeza, según la sentencia que he leído. No tengo más delito que haber querido hacer independiente a América de España"; intentó hacer algunos obsequios de sus pertenencias a algunos guardianes que tuvieron para él algunas atenciones; en unos versos en la pared de su celda manifestó con ellos su eterna gratitud; su última gracia fue que le trajeran unos dulces que había dejado en la capilla, los cuales repartió entre los soldados que lo fusilarían; cuando marchaba a la ejecución, llevaba un cristo en la mano izquierda y en la derecha un breviario que rezaba; colocado frente al pelotón se resiste a que se le fusile de espaldas; lo sientan, le vendan los ojos y le atan las piernas; Hidalgo les dice, que se colocará su mano sobre el corazón, para que hacia ese sitio le disparen y no a la cabeza; le hicieron tres descargas y aun seguía con vida, entonces se ordenó que le dispararan a boca jarro, sobre su pecho; su cuerpo inerte fue expuesto a la curiosidad popular, posteriormente, se le decapitó y su cabeza colocada en vinagre para su conservación, su cuerpo fue velado y se le dio sepultura; su cabeza se exhibió en la Alhóndiga de Granaditas hasta que termina la lucha libertaria.

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