martes, 23 de diciembre de 2008

FRANCISCO VILLA.Historia de Vida


Las debilidades del General Villa
Enfir. Educomentarios.


INFANCIA DE VILLA. Como sucede con Cristo y los grandes personajes de lo que menos se comenta es de su infancia, tal parece que en esta etapa no hubiera nada interesante que contar ¿a quién le importa lo que hace un niño, si solo los adultos hacen historia?, pero Pancho fue un adulto influenciado por lo que vivió en la “edad de la impunidad y la pureza” y lo que vivió él, no lo deseó para ningún niño. Su infortunio infantil determinó que Villa tuviera mucho de niño Doroteo. Lo que se sabe de la infancia de Doroteo (Villa de niño) es porque él lo contó a algunos de sus allegados o por testimonios de algunos que lo conocieron:

FAMILIARES. Nació en La Coyotada, en el caserío de Río Grande, municipio de San Juan del Río, Estado de Durango. Fue el mayor de 4 hermanos. Entrado a los siete años quedó huérfano de padre. No cumplía los 10 años cuando asumió la deuda hereditaria que le dejó su padre con el hacendado. La orfandad y la miseria lo castigaron muy duro de niño.
VECINOS. De los 8 a los 12 años a pura hacha cortó leña ayudado por sus hermanos menores. Cuando otros tenían trabajo la hacía de peón y cuando no se ocupaba haciendo encargos. Era muy travieso y avispado. Estuvo en la escuela tan solo dos semanas. Era parte de una familia de campesinos sin tierra, una mujer sin hombre y cinco niños, hambre, miseria.
FRANCISCO VILLA. Mientras era leñador tuve muy pocos amigos y mis conversaciones las sostenía conmigo mismo, cuando no era con el burro, mi amigo de siempre. Tenía que levantarme a las tres de la mañana porque la labor quedaba a más de 15 kilómetros y había que empezar a las cinco. No fui a la escuela ni un día en toda mi vida. Trabajé desde niño en lo que se podía. No supe de escuela, ni de juegos con niños y ni de fiestas, solo trabajo para mantener a mi familia. Nunca supe de Noches Buenas, solo de noches profundas por el cansancio. De chico estuve en la cárcel por aceptar la bronca de un cuate que sacó un cuchillo, no me aguantó, sin embargo los rurales me apresaron, pero Pablo Valenzuela me echó afuera. Aburrido de ser leñador me hice luchón en el comercio de baratijas por los pueblos y con las ganancias pude comprar huaraches, calzón de manta, sombreros de petate, rebozos, además, sarapes para que mis hermanos durmieran cubiertos en el suelo. Lo que no hice de niño, traté de entreverarlo con lo que hacen los grandes: comí helados, malteadas de fresa, postres de dulce y me alegré con las festividades escolares que los “maistros” organizaban, en la de navidad llegué a quebrar piñatas y regalé a los escolares de la escuela de mi hacienda de Canutillo, trompos, baleros, canicas, muñecas de trapo y soldaditos de plomo, Mi gran sentimiento es no haber tenido la ocasión de ser como los demás niños.

AMOR POR LOS NIÑOS. De todos los mitos de Pancho Villa, hay uno que es verdadero e incuestionable: “el gran amor por los niños”. Durante la Revolución Mexicana, como revolucionario fue el único que pensó e hizo algo por ellos, como establecer orfanatos y abrir escuelas. Pancho era muy sensible con los pequeños, le sacaban las lágrimas cuando los veía jugar entre los cadáveres o bien cuando hacían el columpio con la soga que a los revolucionarios les servía para colgar a sus enemigos.
Es explicable por lo que penó, el amor manifestado por los pequeños, lo demostraba amando a los propios y a los impropios, recogiendo a los mostrencos y costeando su educación, en ocasiones los protegía en la hacienda al cuidado de su esposa y se les atendía en el mismo comedor, en la misma escuela y con los mismos maestros de sus hijos. Un propósito frustrado por la muerte, fue reunir en Canutillo a todos sus hijos dispersos por el norte del país para darles educación y amparo y que se conocieran entre sí.
CREDO EDUCATIVO VILLISTA. Jonh Reed en su escrito México Extraordinario, dejó el relato de “la crencia villista” por la educación, vale la pena denotarlo: La gran pasión de Villa eran las escuelas. Creía que la tierra para el pueblo y las escuelas resolverían todos los problemas de la civilización. Las escuelas fueron una obsesión para él. Con frecuencia se le oía decir: -“Cuando pasé esta mañana por tal y tal calle, vi a un grupo de niños. Pongamos allí una escuela”.
El general Villa fue un apasionado por la educación, fundar escuelas era para él una obsesión, al grado de que en los treinta días como gobernador de Chihuahua contrató maestros de Jalisco y creó dos escuelas por día, más de la mitad de las que había en ese estado en aquel momento. Cuando Villa visitó la ciudad de México, se conmovió al ver la pobreza de los niños de la calle, mandó a sus hombres a que los recogieran a todos y los envió en un tren especial a una escuela en la ciudad de Chihuahua. Su proyecto educativo comprendía una Universidad Militar para hasta cinco mil alumnos y una escuela elemental en cada hacienda. Los maestros tenían prioridad para cobrar su sueldo y, además, ganaban más que un general.
Los campesinos de San Juan del Río, su pueblo natal, comentan la leyenda que cuando Pancho Villa estaba vivo, sobre su pueblo se posó el Aguila Imperial de la Educación Rural. Si señor, los niños de su pueblo gozaron los beneficios de una escuelita rural que fue cerrada por el “Chacal Huerta” tras el asesinato del general. De entonces hasta ochenta años después, nos hizo justicia la revolución cuando el gobierno la restableció.

LA NOCHE DEL BANDOLERO. El bandolero bosteza, estira los brazos y se tiende en el suelo.

-¡Mala suerte! _piensa_ tendré que pasar la noche en la montaña, mientras abajo, en el pueblo, todos están metidos en casas bien abrigadas, sentados junto al fuego para defenderse del frío, y de ese viento que arranca la nieve de los picos lejanos.
Mis hijos, que estarán acostados ahora, van a llorar mañana cuando no encuentren juguetes ni dulces. Sus zapatos vacíos se llenarán de lágrimas, tendré que escaparme para no oírlos llorar. Si pudiera encaramarme a un árbol, a uno de esos árboles nevados, y bajar la luna...
El bandolero se ha quitado el sombrero y lo sostiene entre las manos, como si fuera la luna.
¡Qué sorpresa recibirían al verla en un plato, rebanada! Los chicos dirían, aplaudiendo:
_¡papá nos ha traído queso de luna!
. . .
Como no puede dormir bajo la mirada tenaz de las estrellas, el bandolero se vuelve boca abajo; cierra los ojos; los oprime fuertemente, y se le llenan otra vez de estrellas. Sus manos y sus pies están helados.
¡Qué frío!

Cuentos Mexicanos. De los orígenes de la Revolución. Recopilación De Luis Leal.
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FRANCISCO VILLA. Mucho Corazón


Dominio Público.
Enfir. Educomentarios.

PANCHO VILLA. Este 20 de noviembre de 2008 quedó demostrado que de los personajes de la Revolución Mexicana, ninguno iguala a Francisco Villa, en lo polémico, apasionante, carismático y misterioso. La mayor parte de los comentarios de estos días revolucionarios, fueron dedicados a transcribir los detalles más contradictorios de su vida particular, de sus hazañas militares, de sus amores y de sus excesos, lo que viene a contribuir a acrecentar su figura esotérica que se sabe es del dominio público, pero que sin embargo, conforme transcurren los años, surgen más conjeturas que agregar a lo que ya se ha dicho. ¿Porqué no agregar las propias, con lo menos repetido?
Pancho Villa es el personaje más divulgado por cinematografistas, narradores, historiadores y periodistas, con la más variada tendencia personal y genero literario, los últimos autores fundamentados en un alto porcentaje, por antecedentes descritos en las primeras obras de tipo biográfico que fueron editados por autores tan destacados como: John Reed que acompañó a Francisco Villa en sus ataques por el norte de México y sus impresiones sobre la Revolución Mexicana, las recogió en un libro titulado Mexico Insurgente; Friedrich Katz, escribió el libro Pancho Villa donde narra lo que para muchos es la historia definitiva del Centauro del Norte; y, José Vasconcelos (Ulises Criollo) que reúne en La Tormenta, entre otras obras, sus recuerdos y andanzas en tiempos de la Revolución Mexicana; y, Martín Luis Guzmán: Memorias de Pancho Villa.

INVESTIGACIÓN Y FANTASIA. Cualquier estudiante irreverente o no dogmático, interpretaría las obras más recientes sobre Pancho Villa, como “fusilatas o injertos” de las obras mencionadas y que son, producto de la investigación del autor, con aderezos personales de fantasía para crear nuevas leyendas, incrementar el mito o aumentar sus ventas. Esta forma de hacer narrativa histórica de ninguna manera es criticable y de lo contrario puede considerarse muy redituable para los autores, porque además, la historia no es propiedad exclusiva y están en su derecho a escribirla como la interpreten. Interesante, amena, fantasiosa y digna de comprarse y leerse, la última obra editada de Paco Ignacio Taibo II, Pancho Villa. Una biografía Narrativa, es como diría coincidiendo con la profanidad estudiantil, Rogelio López Blanco en ojosdepapel.com: “esfuerzo de investigación documental y la amplísima bibliografía consultada por el autor, permiten redondear un cuadro excepcional de quien acabó siendo un mito que ha llenado miles de páginas de prensa, cientos de libros y ha ocupado la retina de muchísimos ciudadanos del ancho mundo con sus fotos y películas basadas en su figura e historias, unas verdaderas, otras apócrifas”. Por lo tanto, contribuyo para incrementar el mito de Pancho Villa, que al cabo, el general aguanta de todo, pero lo hago con el respeto y la admiración que nos merece a los mexicanos.

LOS AMORES DE MI GENERAL Una de las etiquetas que pretenden descolgar a Pancho Villa es la de “centauro semental”, sus reivindicadores, le niegan uno de sus grandes vicios, el de las mujeres bonitas, y le endilgan una imagen que no coincide con el temperamento del personaje ni con las costumbres de la época en que se desenvolvió el gran Garañón. En la época antes y después de la Revolución Mexicana, donde las mujeres sin aspirar a nada, eran las víctimas de los hombres, del ambiente machista que las rodeaba y actuaban en función de ellos para perpetuar el machismo, los machos mexicanos podían tener todas las mujeres que se les pusieran de modo y todos los hijos que dios quisiera darles, por lo tanto, Villa con todo el carisma que tenía, el poder que acumulaba, y el prestigio que arrastraba, no era el santito que nada más tenía de dos mujeres a la vez y unos cuantos hijos que no pasaban de diez, el General era un gran mujeriego como lo confirma su chofer y hombre de confianza Juan Carlos Caballero: “Yo lo llevaba como cinco veces con las muchachas, tenía mucho aguante pa' las mujeres, era un caramba, ¡qué bárbaro! tenía mucho aguante”.

VILLA ERA MUCHO CORAZON. El dicho que sugiere la fama de mujeriego del revolucionario, “estoy como Pancho Villa, con mis dos viejas a la orilla”, se debió a que le gustaba juntarlas de dos en dos , pero las tenía donde se podía. En la misma Hacienda de Canutillo, donde Villa vivió después de licenciarse del ejército, juntó a su primera esposa Luz Corral Fierro y a Austreberta Rentería, con la que se casó después de que Luz se fue a vivir a Chihuahua por las infidelidades al por mayor que su marido sumaba “por los pueblos donde se paseaba”. La verdad es que no se sabe a ciencia cierta, cuantas mujeres tuvo, pero si es cierto que se casó por la ley alrededor de 75 ocasiones, igualmente, se identifican entre 35 y cuarenta hijos, pero también se sabe que tenía muchos “ahijados”, entre las soldaderas y mujeres que querían mantener de incógnita sus deslealtades. Al morir, solo siete reclamaron el derecho de legítimas esposas y muchas no lo hicieron por temor a que los enemigos del General las asesinaran junto a sus hijos.
En la biografía de Pancho Villa de damepaso.com, se asienta: Villa tenía mucho corazón y después de la boda su nueva esposa Luz Corral de Villa, recibió docenas de cartas de señoritas chihuahuenses que habían recibido promesa de matrimonio de Pancho Villa, Doña Luz, que conocía su fama, siempre se mostró comprensiva de sus debilidades, sin embargo, el Centauro del Norte, mitológicamente mitad hombre y mitad caballo semental, a manera de vigoroso garañón cumplió impetuosamente sus promesas y continuó después contrayendo matrimonio hasta completar 75 esposas, en sus 45 años de vida.

EN HONOR A LA VERDAD. En lo que estoy de acuerdo con sus panegiristas que lo santifican y le niegan su atractivo, es que el General Francisco Villa, no violó jamás a mujer alguna, debido a que no tenía necesidad de hacerlo, ya que las mujeres se halagaban con ser escogidas como una más de sus esposas o de sus amantes. Helia Villa su nieta, en el libro que escribió, "Itinerario de una pasión. Los amores de mi general", tratando de desmitificar la imagen de don Juan desaforado, seductor y abusador, abona la conducta de su abuelo con las mujeres, argumentando: “a todas ellas las trató con el cariño y la comprensión que se puede esperar de alguien que se pasa la vida viajando, luchando y escondiéndose; cuando él se enteraba de que una de sus mujeres estaba embarazada, le compraba una casa, se preocupaba por la manutención del hijo y le daba su apellido; su abuelo era un hombre atractivo y triunfador, cuyo gran problema era, quitarse de encima a todas las mujeres que querían formar parte de su historia; es falso que Villa solía maltratar a las mujeres y abusar de ellas; y, todas pedían reconocimientos y derechos, pero lo admiraban profundamente y ninguna se atrevía a cuestionar su infidelidad”

PANCHO VILLA MÁRTIR. Hay muchos paisanos que viven en los USA y en la frontera norte, que han adoptado a Pancho Villa como santo de su devoción y se invoca su nombre para conseguir dinero, protección y amores. Los creyentes en sus pedimentos, colocan una vela con su imagen y una copa de tequila delante de una foto del “guerrillero legendario”. La rutina dice que si el pistolero se toma la bebida, el pedido se cumplirá. El pedimento debe ir acompañada, de la oración: "Al espíritu Mártir de Pancho Villa, Gran General Revolucionario. En el nombre de Dios Nuestro Señor invoco a los espíritus que te protejan para que me ayudes. Así como ayudaste en el mundo terrenal a los necesitados. Así como venciste a los poderosos. Así como hiciste retroceder a tus enemigos. Así te pido tu protección espiritual para que me libres de todo mal y me des el ánimo necesario y el valor suficiente para enfrentarme a lo más difícil que se me presente en la vida. Amén". No se dude que cualquier día se recojan los testimonios de sus milagros para canonizarlo.
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FRANCISCO VILLA


Algunos "díceres" de mi General Villa.

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PANCHO VILLA. El 20 de noviembre me dediqué a resaltar con justicia el 46o. Aniversario de Vocero Del Norte dejando a destiempo, algunos “díceres” alusivos a la revolución de 1910 y que por ocurrencia fueran sacrilegios patrios no trillados. Hasta la alteración total de los hechos, se ha comentado que Pancho Villa tenía tres grandes vicios, los buenos caballos, los gallos valientes y las mujeres bonitas, de la misma manera, se han escrito libros como para llenar una biblioteca, sobre su genio, su ira, su ternura, su honestidad y su brutalidad, pero pocas referencias hay sobre su pasional gusto por la comida.

LO ENYERBAN CON TAMALES. El general Francisco Villa era un comelón sin límites y como me comentó mi abuela que lo supo en Estación Ruíz cuando los villistas pasaron para Sonora, “al general lo enyerban con tamales” y es que Don Pancho tenía un gusto abierto por el “pan de maíz” que en alguna ocasión comentó: “solo al probar los tamales se conoce el valor de la carne”. De Villa se saben muchas anécdotas y detalles, pero de lo que menos se ha dicho, es de los caprichos de su buen comer, dicen, que en alguna ocasión que no fue satisfecho, le costó la vida a más de algún cocinero.
Pancho Villa nunca dejó de ser una persona sencilla y humilde, no obstante que experimentó la vida de los militares de carrera de alto rango, pero lo que más le cansaba, era la comida de los banquetes y las recepciones pomposas, a tal grado, que después de muchos años, confesó a Martín Luis Guzmán: "En México volví a comer como Dios manda, con sopas condimentadas y guisados calientes, con frutas frescas y postres azucarados, con bebidas finas y café de olor". Sin embargo, nada de eso causó en el general tanto jolgorio, como cuando en una fonda de Xochimilco, lo festejaron con guajolote en mole poblano con todo y su ajonjolí, dos tamalitos de garbanzos y unos frijoles aztecas sazonados con manteca, chile verde, cebolla y unas hojas de epazote. Como una muestra más de su glotonería y del gran aprecio por la comida autóctona, Villa confesó a José Vasconcelos: “comprendí por qué los indios del centro hicieron del maíz un Dios, esto sucedió, cuando comí tamales, pozole, sopa de cuitlacoche al ajillo, tlacoyos de haba y quelites, gorditas de chicharrón prensado, huaraches rojos y verdes...
EMILIANO ZAPATA. Cuando Villa regresó a Chihuahua, se aseguró de seguirse deleitando con los tamales y la comida de la capital, para ello, le pidió a Emiliano Zapata le proporcionara los necesario para su elaboración, como resultado de su petición, el Líder Agrario, le confiscó a un hacendado: treinta y tres costales de hojas de maíz, veinte cerdos, cincuenta pollos, cinco guacales con chiles de varios tipos, hierbas de olor, cebollas, tomates y jitomates, cinco latas de manteca fina y un cocinero chaparro al que llamaban Manuelito “el tamalero”. En la primera parada que hizo el tren de Villa, al darse cuenta éste que lo esperaban algunos jefes villistas, hizo que se preparara una gran comelitona a base de tamales y atole de champurrado, que a decir del General Fierro era como “beberse la leche de una sacerdotisa azteca”. La pachanga fue en grande y el General Villa plenamente satisfecho, premió a Manuelito con el grado de teniente.
Bastó que Pancho Villa manifestara su gusto por los tamales, para que como a Don Emilio, le obsequiaran tamales en todas las ocasiones, de todo tipo y de todos los rellenos , de tal manera ponían a su disposición: por su envoltura, de hojas de maíz o de hoja de plátano; por su color, rojos, blancos, verdes, morados, amarillos por el relleno de carne, de pollo, pato, res, borrego, cabrito, cerdo; por el relleno caprichoso, de pancita, sesos, ojo, creadillas, vísceras de gallina; por la región, de Yucatán, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Puebla; bueno, le encantaban los preferidos de Don Benito y le asqueaban los que le gustaban al “perjumado de Obregón”.

LA BATALLA DE CELAYA. Fue una batalla decisiva que determinó el rumbo de la Revolución Mexicana, en ella, se enfrentaron la División del Norte al mando de Francisco Villa y el ejército constitucionalista comandado por Alvaro Obregón. Los pormenores de esta batalla son muy conocidos, así como los resultados después de varios enfrentamientos, basta decir que fue el principio del fin del Centauro del Norte, esto por necio y desoír las recomendaciones de su estratega de guerra Felipe Angeles, de no enfrentar a Obregón en terreno plano, además, porque la estrategia villista de emplear la caballería con todo su poder, era inoperante para derrotar las trincheras, excesiva artillería y ametralladoras del ejército constitucionalistas.

CORUNDAS Y PEDORRITOS. Hay otras razones al margen de las mencionadas, de su veracidad no se responde y la credibilidad depende de la buena interpretación que se le dé, pero que tienen que ver por partida doble, con la afición de Villa por los tamales:
La 1ª. Con Obregón en Celaya y acantonado Villa en Salamanca, éste decide antes de atacar, solicitar refuerzos al general Herón González que estaba escondido con varios miles de a caballo en Michoacán. Hombres del General Benjamín Gil interceptan el telegrama en clave enviado por Villa, el que fue descifrado, por una torpe indiscreción de él mismo. El telegrama era correcto que ni el más inteligente podía descubrir las órdenes giradas, pero al final del mensaje y de última hora, haciendo los códigos a un lado, se pedía enviaran cinco botes de corundas (pequeño tamal que hacen en Morelia) para satisfacer un antojo del general. No fue difícil para los expertos de Obregón interpretar las instrucciones: si Villa pide corundas, quiere decir que los refuerzos los espera de Morelia. En consecuencia, Obregón posiciona tropas entre Michoacán y Guanajuato e impide el reforzamiento de su adversario. Tres mil bajas y la derrota le costó por la glotonería de los tamales.
La 2ª. Después de la primera masacre, el General se reunió con el estado mayor para valorar las causas de la derrota, concluyendo que éstas eran, la falta de los refuerzos del General Herón y la falta de motivación por la ausencia de VILLA al frente de sus tropas, por lo que se consideró imprescindible la participación al frente del General y toda su oficialidad. El 14 de abril de 1915, Villa se jugaba su destino que disputaría con el enemigo a “sangre y fuego”, era tanta su decisión, que antes de entrar en combate, arengaba a sus tropas con el clásico: “muchachitos, no hay más que de dos, se las partimos o aquí nos morimos”. Por la importancia de la batalla y el mal dormir el general se levantó muy temprano y se dispuso a tomar su acostumbrado cafecito caliente con piquete ofrecido por su asistente, pero no pudo sustraerse al antojo de acompañarlo con algunos tamales de frijol elaborados en San Juan del Río y cuyo alias de “pedorritos” era suficientemente explicativo de las consecuencias por comerlos, por muy resistente que era el estomago del general, se encerró en su recamara doblegado por intensos retortijones que lo mantenían pegado a un retrete portátil que lo acompañaba en sus campañas y que lentamente se fue llenando por los deshechos diarreicos que su glotonería le ocasionaba. El general Panchito, no tuvo participación en el combate y sus dorados regresaron plenamente derrotados y sin la ilusión de recuperarse, sellándose de esta manera el destino trágico del Centauro del Norte.

BATALLA DE ZACATECAS. Todos los que han escrito sobre esta epopeya coinciden que los protagonistas, de los ejércitos villista y del usurpador Huerta, estuvieron a la altura de la importancia que esa batalla tenía para la Revolución Mexicana y si hubo un victorioso y un derrotado, es porque en la guerra se vence o se pierde. Si en la batalla de Celaya el general Villa fue el humillado, en la de Zacatecas él fue el glorioso, el vencedor, el humillador, pero el de mayor mérito, fue su estratega el general Felipe Angeles, quien junto con el general Tomás Urbina, concibieron el plan de combate. El día 23 de junio de 1914, llegó Francisco Villa ante el jolgorio de sus tropas y aprobó el plan de combate organizado por Angeles y Urbina, además, para motivar a la soldadesca revolucionaria se dio desde una loma de observación del campo un baño de fusilería enemiga y como era su costumbre, arengó con vehemencia a los 23 mil hombres que formaban su ejército: “aquí nos morimos muchachitos”.

TOMA DE ZACATECAS. El plan ideado consistía: con la caballería rodear la ciudad, atacar por todos los frentes al mismo tiempo, bloquear los caminos que conectaban con otras poblaciones y no dejar escapar a ningún federal; mediante una táctica de engaño ideada por Angeles, con la artillería simular un día antes una posición provisional, pero por la noche, establecer una posición definitiva para sorprender a la fuerza rival; sobre los cerros después de cada disparo de la artillería, la infantería avanzaría a toda velocidad y en sincronía exacta para evitar bajas por “fuego amigo”.
A las diez de la mañana del 23 de junio, víspera del día de San Juan, al disparo de un cañón por el rumbo de la hacienda nueva, cercana a la ciudad de Calera y por el camino que da a Fresnillo, se inició el combate y a las cinco de la tarde, destrozado el ejército federal, Villa, sus generales y sus tropas, se paseaban por las calles de Zacatecas sobre cerros de cadáveres, hasta llegar a cinco mil de los federales y siete mil del ejército de la División del Norte.

EL SECRETO DE VILLA. Felipe Angeles llegó a externar que el plan para la batalla de Zacatecas no hubiera dado resultado, si no se hubiera aplicado “el secreto del general Villa” que le dió a conocer en el momento que tomó la decisión final. El secreto de este triunfo, que se consumó en siete horas, fue el siguiente: avanzar, avanzar y avanzar en forma acelerada y, detrás de las fuerzas atacantes, irían generales y oficiales con pistola en mano, para matar al que retrocediera. En Zacatecas no había más que las opciones de vencer o morir, si diez meses después en Celaya, Villa hubiese aplicado “su secreto” de Zacatecas, la Revolución Mexicana se cantaría diferente.