Las debilidades del General Villa
Enfir. Educomentarios.
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INFANCIA DE VILLA. Como sucede con Cristo y los grandes personajes de lo que menos se comenta es de su infancia, tal parece que en esta etapa no hubiera nada interesante que contar ¿a quién le importa lo que hace un niño, si solo los adultos hacen historia?, pero Pancho fue un adulto influenciado por lo que vivió en la “edad de la impunidad y la pureza” y lo que vivió él, no lo deseó para ningún niño. Su infortunio infantil determinó que Villa tuviera mucho de niño Doroteo. Lo que se sabe de la infancia de Doroteo (Villa de niño) es porque él lo contó a algunos de sus allegados o por testimonios de algunos que lo conocieron:
FAMILIARES. Nació en La Coyotada, en el caserío de Río Grande, municipio de San Juan del Río, Estado de Durango. Fue el mayor de 4 hermanos. Entrado a los siete años quedó huérfano de padre. No cumplía los 10 años cuando asumió la deuda hereditaria que le dejó su padre con el hacendado. La orfandad y la miseria lo castigaron muy duro de niño.
VECINOS. De los 8 a los 12 años a pura hacha cortó leña ayudado por sus hermanos menores. Cuando otros tenían trabajo la hacía de peón y cuando no se ocupaba haciendo encargos. Era muy travieso y avispado. Estuvo en la escuela tan solo dos semanas. Era parte de una familia de campesinos sin tierra, una mujer sin hombre y cinco niños, hambre, miseria.
FRANCISCO VILLA. Mientras era leñador tuve muy pocos amigos y mis conversaciones las sostenía conmigo mismo, cuando no era con el burro, mi amigo de siempre. Tenía que levantarme a las tres de la mañana porque la labor quedaba a más de 15 kilómetros y había que empezar a las cinco. No fui a la escuela ni un día en toda mi vida. Trabajé desde niño en lo que se podía. No supe de escuela, ni de juegos con niños y ni de fiestas, solo trabajo para mantener a mi familia. Nunca supe de Noches Buenas, solo de noches profundas por el cansancio. De chico estuve en la cárcel por aceptar la bronca de un cuate que sacó un cuchillo, no me aguantó, sin embargo los rurales me apresaron, pero Pablo Valenzuela me echó afuera. Aburrido de ser leñador me hice luchón en el comercio de baratijas por los pueblos y con las ganancias pude comprar huaraches, calzón de manta, sombreros de petate, rebozos, además, sarapes para que mis hermanos durmieran cubiertos en el suelo. Lo que no hice de niño, traté de entreverarlo con lo que hacen los grandes: comí helados, malteadas de fresa, postres de dulce y me alegré con las festividades escolares que los “maistros” organizaban, en la de navidad llegué a quebrar piñatas y regalé a los escolares de la escuela de mi hacienda de Canutillo, trompos, baleros, canicas, muñecas de trapo y soldaditos de plomo, Mi gran sentimiento es no haber tenido la ocasión de ser como los demás niños.
AMOR POR LOS NIÑOS. De todos los mitos de Pancho Villa, hay uno que es verdadero e incuestionable: “el gran amor por los niños”. Durante la Revolución Mexicana, como revolucionario fue el único que pensó e hizo algo por ellos, como establecer orfanatos y abrir escuelas. Pancho era muy sensible con los pequeños, le sacaban las lágrimas cuando los veía jugar entre los cadáveres o bien cuando hacían el columpio con la soga que a los revolucionarios les servía para colgar a sus enemigos.
Es explicable por lo que penó, el amor manifestado por los pequeños, lo demostraba amando a los propios y a los impropios, recogiendo a los mostrencos y costeando su educación, en ocasiones los protegía en la hacienda al cuidado de su esposa y se les atendía en el mismo comedor, en la misma escuela y con los mismos maestros de sus hijos. Un propósito frustrado por la muerte, fue reunir en Canutillo a todos sus hijos dispersos por el norte del país para darles educación y amparo y que se conocieran entre sí.
CREDO EDUCATIVO VILLISTA. Jonh Reed en su escrito México Extraordinario, dejó el relato de “la crencia villista” por la educación, vale la pena denotarlo: La gran pasión de Villa eran las escuelas. Creía que la tierra para el pueblo y las escuelas resolverían todos los problemas de la civilización. Las escuelas fueron una obsesión para él. Con frecuencia se le oía decir: -“Cuando pasé esta mañana por tal y tal calle, vi a un grupo de niños. Pongamos allí una escuela”.
El general Villa fue un apasionado por la educación, fundar escuelas era para él una obsesión, al grado de que en los treinta días como gobernador de Chihuahua contrató maestros de Jalisco y creó dos escuelas por día, más de la mitad de las que había en ese estado en aquel momento. Cuando Villa visitó la ciudad de México, se conmovió al ver la pobreza de los niños de la calle, mandó a sus hombres a que los recogieran a todos y los envió en un tren especial a una escuela en la ciudad de Chihuahua. Su proyecto educativo comprendía una Universidad Militar para hasta cinco mil alumnos y una escuela elemental en cada hacienda. Los maestros tenían prioridad para cobrar su sueldo y, además, ganaban más que un general.
Los campesinos de San Juan del Río, su pueblo natal, comentan la leyenda que cuando Pancho Villa estaba vivo, sobre su pueblo se posó el Aguila Imperial de la Educación Rural. Si señor, los niños de su pueblo gozaron los beneficios de una escuelita rural que fue cerrada por el “Chacal Huerta” tras el asesinato del general. De entonces hasta ochenta años después, nos hizo justicia la revolución cuando el gobierno la restableció.
LA NOCHE DEL BANDOLERO. El bandolero bosteza, estira los brazos y se tiende en el suelo.
-¡Mala suerte! _piensa_ tendré que pasar la noche en la montaña, mientras abajo, en el pueblo, todos están metidos en casas bien abrigadas, sentados junto al fuego para defenderse del frío, y de ese viento que arranca la nieve de los picos lejanos.
Mis hijos, que estarán acostados ahora, van a llorar mañana cuando no encuentren juguetes ni dulces. Sus zapatos vacíos se llenarán de lágrimas, tendré que escaparme para no oírlos llorar. Si pudiera encaramarme a un árbol, a uno de esos árboles nevados, y bajar la luna...
El bandolero se ha quitado el sombrero y lo sostiene entre las manos, como si fuera la luna.
¡Qué sorpresa recibirían al verla en un plato, rebanada! Los chicos dirían, aplaudiendo:
_¡papá nos ha traído queso de luna!
. . .
Como no puede dormir bajo la mirada tenaz de las estrellas, el bandolero se vuelve boca abajo; cierra los ojos; los oprime fuertemente, y se le llenan otra vez de estrellas. Sus manos y sus pies están helados.
¡Qué frío!
Cuentos Mexicanos. De los orígenes de la Revolución. Recopilación De Luis Leal.
http://nayariteducacom.blogspot.com
El general Villa fue un apasionado por la educación, fundar escuelas era para él una obsesión, al grado de que en los treinta días como gobernador de Chihuahua contrató maestros de Jalisco y creó dos escuelas por día, más de la mitad de las que había en ese estado en aquel momento. Cuando Villa visitó la ciudad de México, se conmovió al ver la pobreza de los niños de la calle, mandó a sus hombres a que los recogieran a todos y los envió en un tren especial a una escuela en la ciudad de Chihuahua. Su proyecto educativo comprendía una Universidad Militar para hasta cinco mil alumnos y una escuela elemental en cada hacienda. Los maestros tenían prioridad para cobrar su sueldo y, además, ganaban más que un general.
Los campesinos de San Juan del Río, su pueblo natal, comentan la leyenda que cuando Pancho Villa estaba vivo, sobre su pueblo se posó el Aguila Imperial de la Educación Rural. Si señor, los niños de su pueblo gozaron los beneficios de una escuelita rural que fue cerrada por el “Chacal Huerta” tras el asesinato del general. De entonces hasta ochenta años después, nos hizo justicia la revolución cuando el gobierno la restableció.
LA NOCHE DEL BANDOLERO. El bandolero bosteza, estira los brazos y se tiende en el suelo.
-¡Mala suerte! _piensa_ tendré que pasar la noche en la montaña, mientras abajo, en el pueblo, todos están metidos en casas bien abrigadas, sentados junto al fuego para defenderse del frío, y de ese viento que arranca la nieve de los picos lejanos.
Mis hijos, que estarán acostados ahora, van a llorar mañana cuando no encuentren juguetes ni dulces. Sus zapatos vacíos se llenarán de lágrimas, tendré que escaparme para no oírlos llorar. Si pudiera encaramarme a un árbol, a uno de esos árboles nevados, y bajar la luna...
El bandolero se ha quitado el sombrero y lo sostiene entre las manos, como si fuera la luna.
¡Qué sorpresa recibirían al verla en un plato, rebanada! Los chicos dirían, aplaudiendo:
_¡papá nos ha traído queso de luna!
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Como no puede dormir bajo la mirada tenaz de las estrellas, el bandolero se vuelve boca abajo; cierra los ojos; los oprime fuertemente, y se le llenan otra vez de estrellas. Sus manos y sus pies están helados.
¡Qué frío!
Cuentos Mexicanos. De los orígenes de la Revolución. Recopilación De Luis Leal.
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